/*AÑADIDO*/

jueves, 29 de noviembre de 2012

EL MURO DE LA VERGÜENZA MURCIANO

I. LA AMENAZA FANTASMA 


El pasado miércoles, día 28 del corriente asistí a la última asamblea convocada por la Plataforma Pro-Soterramiento de Murcia, que tuvo lugar en el Instituto Mariano Baquero, el más cercano a las vías del tren, que marcan la entrada al barrio murciano de Santiago el Mayor y que le separan administrativamente de la contigua división organizativa con identidad propia, el Barrio del Carmen. 

Raíles del ferrocarril, que en el presente constituyen una barrera circunstancial, pero que en el futuro pueden llegar a convertirse en un obstáculo permanente prácticamente insalvable. Líneas de tren, que hoy un día de forma imaginaria separan dos zonas pertenecientes al núcleo urbano de la capital murciana, pero que en un mañana no muy lejano corren el riesgo de transformarse en una limitación real, que dificulte de manera temporal o incluso imposibilite definitivamente la comunicación entre ambos barrios si prospera el proyecto del Ministerio de Fomento. 

Plan consistente en el levantamiento de un nuevo muro, que no debería jamás materializarse en el suelo de la capital del Segura, descendiendo del universo de las ideas. Mundo de los futuros proyectos, en el que permanece como latente amenaza y del que tendría que desvanecerse para dejar de constituir una pesadilla, que persigue, cerca y atormenta el sueño del porvenir murciano. Delirio premonitorio, que debería mutar en una quimera fugaz y pasajera, fruto de la mente enfermiza y alucinada de unos gestores públicos, que piensan más en el beneficio económico, que en el bienestar de los ciudadanos. 

Visión de futuro, que antes de haber sido cimentada ya ha sido bautizada por la opinión pública murciana como “el muro de la vergüenza”, conscientes de la insensatez y despropósito, que supone la futura construcción de una muralla, que al igual que la china, se edificará como elemento de protección y disuasorio. 

Pero que como la obra arquitectónica oriental acabara mutando en un dique de “contención de las masa” poblacional. Táctica imperante utilizada de modo recurrente desde que asumió el poder, por el Partido imPopular, para frenar el normal desarrollo de los derechos fundamentales de los ciudadanos. 

De este modo los vecinos de los barrios afectados se transformarán en las nuevas víctimas de estas políticas económicas represivas realizadas, traicionando no sólo sus propios compromisos políticos adquiridos con la mayoría del electorado, sino también persiguiendo, acorralando e intentando extinguir todos los logros sociales fruto del consenso y de las aspiraciones de la ciudadanía alcanzados en la era zapaterina, que es sin duda la época de la historia de la actual democracia más denostada por la ultraderecha gobernante. Neoconservadurismo imperante, que pretende condenar al oprobio público, al linchamiento mediático, o en el mejor de los casos al ostracismo cualquier atisbo de progresismo democrático, que recuerde al pueblo español, que hubo un tiempo no muy lejano en que la prosperidad, la justicia social y el bien común de la mayoría reinaban sobre los intereses económicos de una minoría. 

Giro en las prioridades políticas de ciento ochenta grados, cuyas devastadoras consecuencias tendrán que soportar los habitantes de los barrios perjudicados, que sufrirán un profundo y drástico cambio. Una metamorfosis obligatoria, irreversible e involutiva que transformará completamente barrios, que en el pasado eran como vistosas, alegres y vitales alevillas, que volaban alto antes de la crisis, alcanzando elevadas cotas de expansión y desarrollo en orugas, que reptan por el suelo, topando diariamente con el muro de la cruda realidad, o lo que es lo mismo en guetos con la insuperable incapacidad de levantar cabeza para llegar al nivel mínimo de la subsistencia económica. 

Barriadas enteras rebosantes de actividad comercial y laboral, que conservan un incomparable patrimonio monumental, histórico y cultural con un enorme atractivo, que despertaban el interés turístico y eran además un reclamo para la inversión antes de la recesión económica padecerán una alteración substancial. Modificación, que desfigurará su fisonomía externa y desvirtuará la esencia, que caracterizaba las relaciones en el interior del espacio urbano, que se distinguían por su actitud aperturista y consecuentemente por su considerable e innegable índice de socialización vecinal. 

Efecto, que provocará el infame muro de la vergüenza murciano, que con sus seis kilómetros de longitud y sus más de 5 metros de altura, partirá en dos la capital regional, al igual que lo hizo su igualmente odioso y nefasto precedente, el muro de protección de Berlín, que durante 28 años fragmentó la ciudad alemana en dos y que termino convirtiéndose en un auténtico paredón. Muro de la muerte, que arrebato la vida, según estimaciones de organizaciones humanitarias a 313 personas, que perecieron intentando atravesar la barrera de hormigón. 

Muro de seguridad como el que planea erigir el Ministerio de Fomento y que forzará a los ciudadanos murciamos a rememorar de forma rutinaria la hazaña de los berlineses, que arriesgaron sus vidas pretendiendo salvar un muro, que mayoritariamente pudieron franquear, empleando sus propios recursos, por vía aérea, con globos de fabricación casera o por vía terrestre por medio de túneles subterráneos. 

Veintitrés años después de la caída del más famoso muro de la vergüenza, el gobierno, bajo la premisa del todo vale con tal de recortar, tiene previsto alzar otro, que seccionando en dos mitades la capital autonómica, obligara a los peatones murcianos, imitando a los berlineses orientales, a convertirse en héroes anónimos. Temerarios protagonistas de una odisea involuntaria, pero memorable cada vez, que aspiren a traspasar la polémica obra de ingeniería civil. 

Obstáculo, que los transeúntes únicamente podrán superar, poniendo en peligro su integridad física, especialmente niños y ancianos, puesto que habrán de cruzar por encima de la vía del tren a través de pasarelas elevadas, a más de cinco metros del suelo, o bien usando pasos subterráneos, que compartirán con los vehículos motorizados. 

Barrera arquitectónica irracional, que constituirá un agente, que fomente la inseguridad y la incomunicación, paradójicamente, los objetivos opuestos, que se desean lograr desde la cartera ministerial, teóricamente, competente en la materia. Por lo que supone un moderno monumento a la incongruencia y a la negligencia imperantes. Los dos valores supremos que rigen la política económica española en la actualidad.


LA AMENAZA FANTASMA II (EL ORIGEN)

Hace no mucho tiempo, sin ir más lejos, el pretérito mes de julio del corriente el Ministerio de Fomento anunció en la última reunión del Consejo de Administración celebrada en Murcia, la decisión de una de las trece últimas reencarnaciones españolas, cuatro femeninas y nueve masculinas, de la mítica Pandora, la titular y máxima responsable de la cartera de Fomento, Ana Pastor de abrir su maletín. Una de las trece cajas de todos los males, en las que el Todopoderoso Zeus, conocido impopular y vulgarmente a nivel terrenal como Rajoy, había dividido el gobierno del país elegido para imponer su tiránica dictadura de los recortes. 

Una vez abierta su arqueta correspondiente, el maquiavélico personaje, al que corresponde la atribución, al más alto nivel institucional, de proponer y ejecutar la política del reino en el ámbito de las infraestructuras de transporte terrestre, sacó el a la luz un bello frasco de armonioso diseño. Un envase en el que se custodia el pacto firmado en 2006 por los representantes autorizados de las tres administraciones y pervirtiendo su esencia, desvirtuó el aroma del perfume. Fragancia, que en 2006 embriagaba por su olor a consenso democrático y ahora en 2010, tras el proceso degenerativo sufrido, huele que apesta a corrupta imposición. 

Convenio del 2006, cuyos dos principales acuerdos reflejados en él sufrieron una maliciosa e interesada inversión en el orden de realización con respecto a la prioridad de las disposiciones aprobadas en 2006. 

La delegación, que participó en la cita murciana del pasado julio en nombre del Ministerio de Fomento, planteó que la remodelación de la red arterial ferroviaria imprescindible para asegurar el paso del tren de Alta Velocidad por la capital del Segura tenía que efectuarse en dos fases: la primera correspondería con la llegada del AVE en superficie a la estación del Carmen y la segunda, con la cobertura del soterramiento. 

Pero en esta suma la colocación de los factores si altera el producto final. Para empezar la llegada del AVE en superficie generara la creación de una barrera arquitectónica doble. Muro, que resultaría del todo prescindible y que nunca veríamos edificado ante nuestros atónitos e indignados ojos si no se pretendiera cambiar el orden preferente de los puntos estipulados en el convenio de 2006. 

Y para continuar surge una cuestión ineludible, que flota en el aire como una latente amenaza: cuál será el destino de un muro totalmente antiestético, que carece de carácter ornamental o monumental cuando deje de ser funcional. Interrogante, que persigue y atenaza el porvenir venidero de la población murciana desde que se conociera en julio del 2010 la mutación experimentada en el laboratorio ministerial del proyecto de búsqueda de prosperidad de los murcianos, guardado en una probeta etiquetada con el epígrafe de convenio del 2006. Recipiente, cuyo contenido, cuando se elaboró en ese año, era considerado, por las tres partes implicadas, estable como el mercurio pero que se volvió, misteriosamente en julio del 2010, tan explosivo como la nitroglicerina por acción de la mano de una experta nigromante, responsable de proteger y preservar intacta la composición del fluido. 

Y así, de este modo esta malévola criatura, al adulterar la composición del sólido acuerdo, ha traicionado su juramento televisivo, hecho ante Dios y ante los hombres y mujeres de este país, y del que por tanto pueden dar fe todos ellos, de velar por los intereses generales de la ciudadanía. 

Compromiso que, de ser valorado como una bendición, ha sido contaminado por elementos altamente tóxicos para la salud económica de la población indefensa administrativamente, hasta el extremo de mutar en una maldición fraguada con premeditación, alevosía y opacidad desde la caja de Pandora, en que se ha convertido los despachos ministeriales. Centros de decisión política, donde la voluntad de nuestros gobernantes ha sido anulada y sometida, por el poder factico y absoluto de los objetivos financieros de los mercados, que son los que manejan los hilos de las marionetas, en que se han transformado en la actualidad, los nulos, serviles y oscurantistas gestores del sector público. 

Para corroborar lo anteriormente expuesto, no debemos olvidar que las dos potenciales opciones a la hora de despejar cuál será el futuro de una obra civil, que ya presentamos en un artículo precedente a éste y que como ya comentamos se cierne como una amenaza fantasma sobre el destino de toda la murcianía son exactamente igual de desoladoras y alarmantes. 

La primera y la más lógica sería que una vez, que el bautizado desde que se difundiera su gestación como “muro de la vergüenza”, dejara de tener utilidad fuera demolido evidenciando una ocasión más la ineficacia y la irracionalidad de la gestión, que está llevando a cabo en el presente el Departamento de Fomento. Ministerio, cuya máxima culpable del nuevo rumbo economicista de su cartera encaminado hacia el empleo indebido de caudales pertenecientes al erario público en beneficio de una minoría capitalista y en perjuicio de los intereses de la mayoría, demuestra una actitud manifiestamente infiel con la misión voluntariamente aceptada al asumir su cargo. Desempeño de las obligaciones, que debe estar dirigido hacia la meta del bienestar y del progreso social sostenible. Finalidad incompatible con el lesivo despilfarro del dinero de las arcas cuyo agujero causado por un gusano, insaciable devorador, llamado déficit no se termina de llenar nunca a pesar del esfuerzo impositivo soportado por las rentas del trabajo ganadas y ahorradas con sangre, sudor y lagrimas. 

Explotados contribuyentes, que además tendrán que comprobar impotentes nuevamente en un tiempo no muy lejano, si su lucha reivindicativa no se extiende como la pólvora, como su impagable y titánico sacrificio, exigido por una fiscalidad injusta y regresiva, se derrocha con actuaciones como la absurda doble inversión, que supone levantar una construcción, cuya vida útil va a ser limitada con la idea de derribarla posteriormente. 

La otra posibilidad sobre el futuro del muro una vez erigido, es la que podemos imaginar como más probable, irreversible y atentatoria contra las perspectivas de desarrollo económico de la urbe murciana. Ciudad que cruzada por una muralla interior quedara seccionada en dos mitades, que verán irremediablemente cercadas y frenadas sus sanas aspiraciones de crecimiento. Este estancamiento sería el efecto que ejercería “el muro de la vergüenza” sobre la capital del municipio, que ocupa el séptimo lugar en la lista de población de España, si se confirma la sospecha de que una vez impuesto permanecería en ese estado. Situación indefinida, que se eternizaría con el correr de los años a la espera, de que se iniciasen las obras del soterramiento del AVE. Trabajos de excavación, cuyo comienzo se demoraría aguardando la aprobación y ejecución de unos presupuestos destinados a financiar una infraestructura, cuya creación se postergaría a corto y medio plazo de forma reiterada y a largo de modo impreciso. Dilación, que se prolongaría hasta el punto, que el proyecto acabaría pasando a incorporarse a la interminable relación de promesas políticas incumplidas de nuestra reciente historia democrática. 

Hasta incluso me atrevo a predecir que hasta los vecinos, que antaño juzgaron más duramente a la mole de hormigón, odiándola como a un auténtico monstruo bicéfalo, llegarán a acostumbrarse a convivir con él, porque del roce nace el cariño. Y un buen día tras un largo y natural proceso de adaptación mutua, en el que habrán dejado gradualmente de atacarlo como a un enemigo y simultáneamente habrán ido apreciándolo como un aliado protector y amigable, nos daremos cuenta de que comenzaremos a defenderlo como un elemento fundamental e irrenunciable del paisaje urbano. Seña de identidad, en la que se habrá convertido a base de familiarizarnos con él, decorándolo con toda suerte de pintadas y grafitis, cuyo resultado sea su plena integración y que el barrio se olvide de que existió un convenio en 2006, que garantizaba el soterramiento del AVE. 

Pero solo conozco una forma de impedir que el sueño del político mude en la pesadilla del ciudadano, y es que este último no se quede dormido, rendido en el regazo del desanimo. Debemos resistirnos incansablemente al fuerte abrazado del miedo indiferente, que asfixia hasta caer en el desaliento, sumando nuestro ilusionado esfuerzo al de la Plataforma Pro-Soterramiento del AVE. Un pequeño David en tamaño, pero grande en espíritu, que nació en la ciudad más huertana y que se crece cotidianamente ante la adversidad y que un día vencerá en un combate épico a ese colosal Goliat que todos ya conocemos como “el muro de la vergüenza”. 

Pero eso es otra historia...