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miércoles, 16 de octubre de 2013

HISTORIA DE LA REPRESIÓN DEL SISTEMA CONTRA UN ACTIVISTA I


LA PRIMERA IDENTIFICACIÓN CON CONSECUENCIAS


El pasado 8 de Enero, después de la interrupción que supuso el periodo navideño, la Plataforma Pro Soterramiento del AVE reanudó la cruzada reivindicativa cuyo objetivo da nombre a un movimiento ciudadano con el que llevo colaborando desde finales de noviembre del 2012. Motivo por el que ese martes decidí dirigirme, como en citas previas, al paso a nivel de la capital murciana, situado en el barrio de Santiago el Mayor, más concretamente en la calle Torre de Romo. Al acercarme al punto de encuentro pude observar con preocupación el escaso número de manifestantes congregados en los alrededores del lugar en que la vía férrea atraviesa la carretera. Cantidad que afortunadamente fue incrementándose paulatinamente hasta alcanzar un volumen lo suficientemente elevado, unas 50 personas, como para plantearnos ocupar el paso a nivel con la pretensión de impedir durante una hora el transito ferroviario. Circulación que cortamos, en torno a las 18:30, desenrollando la pancarta oficial de la Plataforma, en el preciso instante en el que se aproximaba a lo lejos y de frente un tren que detuvo en seco su amenazante trayectoria al descubrir el obstáculo que, delante de él, un grupo creciente de valientes activistas había levantado.


Muro de hule grueso al que, transcurridos unos minutos, se unió otro del mismo material, que colocado en el lado opuesto al primero y de espaldas a la máquina paralizada sobre la vía, cumplía idéntica misión, es decir, cortar el tráfico ferroviario con la finalidad de reivindicar el lema que se ha convertido en la actualidad en una histórica aspiración de la sociedad murciana organizada de forma asamblearia. Movimiento civil dispuesto a evitar, mediante la desobediencia y la insumisión al poder establecido, la construcción de una muralla, que de hacerse realidad, mutara en un paredón contra el que se estrellarán y perecerán desvanecidos los sueños de crecimiento urbanístico racional y ordenado y los anhelos de prosperidad económica de la capital murciana dividida en dos grandes guetos incomunicados entre sí. 

Amenaza futura denunciada por las carteles y pancartas tras las que nos hallábamos parapetados la mayoría de los pacíficos vecinos, procedentes de los barrios y pedanías circundantes, cuando fuimos abordados e interrogados por una pareja de agentes de la Policía Nacional que pretendían localizar a los supuestos “lideres” o “cabecillas”, responsables de promover el acto de protesta que, sin haber sido notificado previamente a la Delegación del Gobierno, había concentrado alrededor de 200 personas. Convocatoria pública que había sido declarada ilegal por haber reunido una cantidad de voces, disconformes con el plan de la Administración Central de no soterrar el AVE a su paso por el centro de la capital del Segura, probablemente 10 veces superior a lo permitido por la ley. 

Razón por la que los dos lacayos uniformados se dirigieron hacia la pancarta detrás de la que yo me hallaba y que agarraba con fuerza con una mano mientras que con la otra levantaba un megáfono con el que repetía las proclamas lanzadas al aire por el resto de compañeros. Una vez llegados a un punto, lo suficientemente cercano como para ser escuchados, preguntaron por los hipotéticos representantes de la Plataforma, a los que tenían que notificar verbalmente, que en cumplimiento de las órdenes dictadas por el Delegado del Gobierno debían proceder a disolver a los manifestantes que hasta ese momento habían tomado posesión del paso a nivel. Requerimiento al que un heterogéneo grupo de ciudadanos empoderados y cohesionados de clase media, compuesto por diferentes estratos generacionales, respondió unánimemente afirmando su intención de no moverse del espacio público que pretendían ocupar hasta las 19:30 y negándose a señalar, como corresponde a un movimiento horizontal, a ningún camarada como responsable legal o líder de la acción reivindicativa que se estaba realizando en ese momento.

Contestación social, cada vez más extendida, ante la que los esbirros del poder actúan, al no conseguir que nadie de un paso al frente ofreciéndose voluntariamente como “cabeza de turco” que soporte de forma nominal, con toda seguridad, el peso de la sanción económica por la vía administrativa o penal, advirtiendo con tono intimidatorio que, si continuamos insistiendo en no desalojar el paso a nivel, impidiendo el restablecimiento del tráfico ferroviario, se verán obligados a identificarnos a todos los presentes.

Desafío, de carácter coactivo, que no logra doblegar la inquebrantable resolución de una concurrencia cada vez más exaltada, cuyo promedio de edad es de 60 años, de mantenerse firme defendiendo su derecho a manifestarse en contra de lo que consideran una injusticia. Comportamiento de una ciudadanía declarada en rebeldía que fuerza a la pareja de sicarios, al servicio del poder político, a proseguir con el protocolo de actuación ideado para amedrentar a los activistas que persisten en su actitud de desacato a la autoridad. Insubordinación que motiva la advertencia policial, ante la nula colaboración de los activistas amonestados, de que no les queda más remedio que pedir los refuerzos necesarios para arrestar a todos los vecinos que rehúsen abandonar voluntariamente el tramo del trazado ferroviario ocupado. 

Tensa situación que pone a prueba la fortaleza anímica de los exaltados ciudadanos que reaccionaron al ultimátum policial ofreciendo a cambio una resistencia numantina evidenciada agitando, con creciente excitación, las pancartas y carteles, que portaban, al ritmo de los lemas que proclamaban y las consignas que entonaban. 

Momento crítico y crucial en el que tome la determinación de dar un paso al frente empujado por la idea de evitar como fuera males mayores y tras dejar a mi infatigable e inseparable compañero, mi fiel megáfono, en buenas manos, las de uno de los compañeros, con los que sujetaba conjuntamente uno de los carteles reivindicativos, desplegados para cortar las vías, me acerque a los agentes dispuesto a impedir una detención masiva. Apresamiento colectivo o selectivo cuya consecuencia más probable y directa hubiera sido una acusación formal e individualizada de resistencia a la autoridad, o lo que es lo mismo, una imputación de un delito de desacato castigado, por el ordenamiento jurídico de nuestro país, con penas de la más elevadas del continente Europeo. Consecuencias del arresto policial que intente prevenir con una medida, que anticipándose a los acontecimientos, considere anularía los efectos del peligro inminente de que, tratados como delincuentes, fuéramos capturados por medio de una redada indiscriminada o selectiva. 

Una vez situado frente a las dos agentes, representantes del autoritarismo del Estado, que continuaban de pie, pasmados y perplejos, cual dos alguaciles de pantomima, ante la insólita e inesperada reacción vecinal, me preste por propia iniciativa y libremente a ser identificado por la cómica pareja policial. Arriesgada misión decidida unilateralmente, aceptada voluntariamente y desaconsejada por el resto de los activistas, allí concentrados, debido a la previsible aplicación en un futuro próximo, sobre mi persona, de las normas sancionadoras administrativas o penales como resultado de mi temeraria imprudencia. 

Amargas e indeseables secuelas que habían tenido que soportar, con anterioridad, algunos de los desafortunados miembros de la Plataforma después de ejercer su derecho de reunión y manifestación, en un contexto reivindicativo similar, por haber sido acosados e identificados en el transcurso de la protesta por la Policía Nacional en cumplimiento de una ley que regula de forma restrictiva y antidemocrática el mencionado derecho. 

Motivo por el que, al mismo tiempo que los títeres policiales de la Delegación del Gobierno recogían mis datos, algunos de los camaradas más cercanos me recordaban el precio a pagar por mi acción suicida mientras que el resto de la pacífica congregación clamaba enardecida y con insistencia: “EL BARRIO UNIDO JAMÁS SERÁ VENCIDO”. 

Acabada la anotación, que ingenuamente yo justificaba diciendo, para tranquilizar a los compañeros, que ya había pasado por idéntico trance en ocasiones precedentes y hasta la fecha no me había acarreado represalia alguna, los dos sabuesos creyeron ver abierto el coto de caza de las identificaciones. Torpes Rastreadores cuyo hocico obtuso les guió hasta una presa, que resulto ser un oso, que por el tamaño de su resistencia y pos sus contundentes argumentos escapaba a las escasas posibilidades de las garras policiales, cuyo corto alcance se vio limitado además por el cerco de la manada vecinal que acude, en son de paz, a exigir la liberación del pretendido rehén. Negociación fructífera, que sin rebajar el nivel de sus enérgicas demandas manifestadas mediante intimidatorios y atronadores gritos de: “FUERA”, repetidos incesantemente, logra su objetivo y consigue también imponer una orden de alejamiento a los agentes del orden, que teniendo la obligación de velar por la seguridad de los ciudadanos, perseguían maltratar nuestra dignidad con identificaciones arbitrarias e injustificadas y atentar contra nuestro derecho a la libertad de expresión y reunión en vía pública.

Victoria, fruto del apoyo sólido y constante entre compañeros de lucha de todas las edades unidos por la defensa de una misma causa y también estrechamente por los lazos familiares y relaciones vecinales, que mantiene a raya y alejados, a los amedrentados observadores policiales, fuera de la zona en que se desarrolla, hasta la 19:30, sin altercados y con absoluta normalidad, la tradicional concentración semanal de la Plataforma del Soterramiento del AVE.

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